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viernes, 15 de noviembre de 2013

LA ACTIVIDAD ECONÓMICA DEL HOMBRE EN LAS PRIMERAS ETAPAS DE LA HISTORIA

El conocimiento de las primeras sociedades es bastante complicado por la dificultad de interpretar las fuentes arqueológicas. Este primer y más largo periodo de la Historia de la Humanidad ha sido llamado Prehistoria, por el hecho de no haberse hallado en él indicios de escritura, aunque no todos los historiadores están de acuerdo sobre el término.


LA SOCIEDAD PRIMITIVA

Parece que el hombre existía en Europa en el periodo glacial y muy probablemente antes.
LA ECONOMÍA DE LA EDAD DE PIEDRA
Durante todo ese tiempo, la principal actividad del hombre consistió en satisfacer sus necesidades materiales. La recolección de alimentos y la caza de animales eran fundamentalmente para su supervivencia, aunque tuviera que trasladarse de un lugar a otro para conseguirlos. Por eso se habla del hombre nómada. Para un mejor estudio de esta larguísima etapa se suele dividir en dos amplios periodos: Paleolítico y Neolítico.
La tecnología de la Edad de la piedra tallada, que suele datarse hasta los 8000 años a.C. permaneció prácticamente sin cambios durante miles de años a base de toscas herramientas y útiles de piedra, que fueron perfeccionando muy lentamente. La técnica básica lítica la constituye la percusión sobre el nódulo de sílex, aunque el resultado difiere de la dureza del material con que se golpea en relación con la consistencia de la piedra que se desea tallar.
Sin embargo, del estudio de estas sociedades se deduce que la piedra no era la única materia prima de su industria, sino que también utilizaron otros elementos, como madera, hueso, asta, conchas, etc. Además controlaron el fuego, utilizaron anzuelos para pescar y debieron de disponer de alguna especie de balsa para trasladarse sobre el agua.
La aparición de un “género de vida cazadora” se halla en la base de la actividad del hombre del Paleolítico superior, y ejerce un impacto enorme en el desarrollo cultural. Estas poblaciones fueron más nómadas cuando más especializado era su género de caza, y a ello contribuyó tanto la necesidad alimenticia, como el complejo de su cultura material. A su vez, la permanencia en pequeños grupos y la utilización de cuevas y abrigos rocosos creó una tradición.
La lenta evolución de las sociedades paleolíticas puede explicarse tanto por la rutinaria continuidad del ritualismo mágico, como por la climatología. Las distintas plantas se irían sucediendo en función de la temperatura, precipitación, etc. Los animales arían en pos de ellas igualmente a un ritmo casi imperceptible.  El hombre, con la superioridad de sus innovaciones técnicas, contribuyó a agravar el desequilibrio y a la desaparición de algunas especies como el bisonte o el mamut.  
Con la transformación climática postglaciar, la lenta pero progresiva sequía, al ir retrocediendo los hielos, llevó a la deforestación natural, a la pérdida de tapiz vegetal, a la disminución de la fauna útil…
Por todo ello, la verdadera revolución en el desarrollo histórico de la humanidad se produjo en el Neolítico. Se descubrió la agricultura y se domesticó algunos animales: oveja, cabra, caballo, cerdo, etc. Quizás los bueyes servirían como bestias de carga.
En el Neolítico o Edad de la piedra pulimentada, las sociedades irían abandonando las cuevas y levantando los primeros poblados, lo que implicaría la organización de una población, una vinculación más estrecha del hombre a la tierra, un sedentarismo mayor, la innovación de técnicas, como la cerámica o el tejido de lino y lana. En el orden político significó una concentración del poder y un principio de autoridad ordenado del esfuerzo colectivo, pero en el aspecto económico se produjeron algunos excedentes y una escasa división del trabajo. La revolución neolítica abarcó toda la región, que se extiende desde el Nilo y el Mediterráneo Oriental hasta la meseta de Irán y el valle del Indo.
EL DESARROLLO TECNOLÓGICO DE LOS METALES
Hacia el 5000 a.C. surgió una nueva tecnología basada en la función de metales, lo que permitió obtener herramientas, armas y objetos mucho más resistentes. En primer lugar se desarrolló la elaboración de instrumentos de cobre, luego de bronce y, posteriormente, de hierro.
En la Edad del Cobre se fundía el metal en hornos de carbón, calentándose en crisoles, luego se vertía en moldes para fabricar herramientas y armas mucho más afiladas que las de piedra. Además, se usó el torno alfarero, se aplicó la rueda al carro, se utilizó el arado de madera en Egipto y Mesopotamia, con lo que aumentó la producción de alimentos, la acumulación de excedentes y la actividad económica. A su vez, nuevas técnicas de transporte, como la aplicación de la vela a la navegación, facilitaron el intercambio y todo ello contribuyó a una mayor división del trabajo.
Con la aleación del cobre y el estaño se entra en la Edad del Bronce. El hacha de bronce era un utensilio superior, más duro, pero además, presupone una estructura económica y social más compleja, puesto que el cobre y el estaño pocas veces se hallan juntos y uno de los dos debe ser importado. Esto es posible si existe excedente de algún producto local para permutarlo por metales, con lo que aumenta el intercambio de bienes y la división del trabajo. La invención de la moneda permitió acumular riquezas, se efectuaban préstamos con interés. Los agrupamientos de población fueron creciendo y alcanzaron su plenitud los grandes Imperios de los valles fluviales, además apareció la escritura y la notación numérica.
A su vez, la tabla de multiplicar y la geometría facilitaron la construcción de edificios: templos y pirámides. También se desarrolló la astronomía con la medición exacta del tiempo de las estaciones, los puntos cardinales, el reloj de sol y el calendario de 365 días. Los avances en arquitectura fueron seguidos de otros en escultura, pintura y música con diversos instrumentos, como la flauta, el arpa, la lira. Poco a poco hubo una mayor división de las clases.
A partir del primer milenio a.C. se habla de la Edad del Hierro por la utilización generalizada de este metal. Su difusión tuvo lugar hacia Europa dada la abundancia de este mineral en la naturaleza, las herramientas y armas de hierro resultaron más baratas y mucha gente pudo costearse un buen equipo. Con él los agricultores aumentaron su producción, apareció la esquiladora, los taladros, los martillos…se mejoraron varios tipos de máquinas, como la noria, el molino giratorio, etc.
Todos estos progresos significaron un crecimiento económico muy importante, una mayor división del trabajo y la aparición de talleres con decenas de trabajadores. Parte de los excedentes acumulados permitieron dedicar la inteligencia a algunos hombres a las ciencias, a las artes, a la filosofía, a la justicia, etc.

LAS GRANDES CIVILIZACIONES DE LA ANTIGÜEDAD
Se ha comprobado el paso de una sociedad rural de pastores y agricultores a una sociedad urbana varios siglos antes de Cristo, en algunas áreas del Próximo Oriente. Algunos poblados convertidos en ciudades se establecieron junto a los cursos de agua, manantiales, etc.
En las grandes llanuras de aluvión, un suelo fértil renovado cada año por las crecidas de los ríos, aseguraba un copioso abastecimiento de alimentos y permitía el crecimiento de la población, aunque carecía de otras materias de origen mineral. La necesidad de construir importantes obras públicas para el riego y drenaje de la tierra, así como para proteger los núcleos de población, hizo que la organización social se fuera consolidando y el sistema económico centralizando.
MESOPOTAMIA
 En el curso bajo de los ríos gemelos: Tigris y Éufrates, el territorio estaba divido en ciudades-estado que eran autónomas desde el punto de vista político, pero todas con una cultura material, un lenguaje y una religión comunes y, en gran medida, económicamente interdependientes. En el centro de cada una se encontraba la ciudadela con el templo, que era no sólo un lugar de culto sino también un gran centro productor y administrador de riquezas. Funcionaba como un gran banco.     
Tuvieron lugar varias guerras entre las diferentes ciudades y se formaron algunos Imperios, como el de Babilonia que consiguió una unidad política ya bajo el dominio de Hammurabi. Las instituciones de crédito alcanzaron altos niveles pero no se llegó a acuñar moneda. Las ciudades-estado quedaron absorbidas dentro del territorio de un estado que correspondía por entero a la realidad de las necesidades económicas.
EGIPTO
El valle del Nilo constituía una unidad económica natural. La agricultura dependía de la crecida anual del río. Las observaciones registradas durante 50 años demostraron que el intervalo medio entre las crecidas era de 365 días. Sobre esta  base se introdujo un calendario oficial en el que el año se dividía en 10 meses de 36 días cada uno con un periodo adicional de 5 días, que se intercalaba al final del año. Hubo un error en el cómputo de unas seis horas. La creación del calendario solar constituyó un hecho histórico de gran trascendencia para la astronomía y para la historia de la ciencia.
En Egipto las reservas de provisiones requeridas para la transformación del sistema económico se acumularon en manos de un monarca auxiliado por un cuerpo importante de sacerdotes y funcionarios. Los campesinos sujetos a una severa disciplina debían entregar una parte importante de las cosechas al faraón. A pesar de ser una sociedad jerarquizada, de vez en cuando sufrió violentas sacudidas producidas por algún periodo de anarquía y revolución o por invasiones exteriores, pues no mantenía una gran fuerza militar.
LAS CIUDADES FENICIAS
En las costas del mediterráneo Oriental aparecieron ciudades como tiro, Sidón, Biblos… que difundieron los avances culturales de Egipto y Mesopotamia por el mar Mediterráneo en busca de metales. Explotaron los yacimientos de cobre y plata del sur y sureste de la Península Ibérica, llegaba en sus barcos hasta los más importantes centros industriales del Oriente Clásico, a cambio llevaban tejidos finos, objetos de bronce y artículos de lujo. Acuñaron monedas de plata e inventaron el alfabeto.
Para controlar este comercio instalaron colonias en el Norte de África. Los cartaginenses disputaron el comercio mediterráneo a los griegos y llegaron al sureste de la Península Ibérica, luego se enfrentaron a los romanos, por lo que estallaron las guerras púnicas, que pusieron fin a su hegemonía a mediados del siglo II a.C.
CRETA
También en el Mediterráneo Oriental se hallaron importantes restos de una civilización llamada minoica, en la isla de Creta con abundancia de objetos de cobre y bronce.  Debieron prosperar aquí príncipes-comerciantes que llevaban productos fabricados del Oriente Medio hacia Occidente y volvían cargados de metales de estas lejanas tierras.
EL MUNDO GRIEGO
Paulatinamente los habitantes de este terreno abrupto y fragmentado, que hablaban la lengua griega, se fueron organizando en polis. La base de su economía era la tierra, aunque distinguían entre los terratenientes que vivían en la ciudad y los trabajadores, en el campo; sin embargo, estos campesinos figuraban en un puesto más alto de la escala social que los artesanos. Había una estrecha unión entre ciudad y territorio. A medida que la población de estas polis crecía, la producción de alimentos resultó insuficiente y muchos habitantes tuvieron que abandonar sus ciudades.
Cada colonia solía estar fundada por un grupo de emigrantes de la misma polis, a la que llamaban metrópolis. Las primeras colonias basaron su riqueza en la agricultura, pero después incorporaron a su economía actividades comerciales y llegaron a crear una amplia red de escalas, que constituyeron la base de su comercio marítimo con intercambio de monedas, materias primas y toda clase de productos manufacturados.
El ideal de las polis era la independencia, pero ante la amenaza del Imperio Persa se unieron y vencieron al gigante en las guerras médicas. Este enorme esfuerzo militar y económico fue sufragado con una alianza de varias polis (Liga de Delos). Al final de la guerra Atenas, que había llevado el mayor peso, exigió que el tesoro de la Liga fuera guardado y administrado por los atenienses. Algunas polis no aceptaron y esta desunión les llevó a la guerra del Peloponeso y a una crisis de la que ya no se recuperaron.
En el siglo IV a.C. Filipo II de Macedonia ocupó Grecia. Su hijo Alejandro Magno, que había sido educado por preceptores griegos, conquistó el Imperio persa entre el 334 y el 327 a.C. y difundió la cultura helenística.  Durante la resistencia de Alejandro Magno en Babilonia se preocupó de reparar los canales, diques y defensas para los riegos de los territorios circundantes y allí murió en el 323 a.C. sus sucesores, los jefes griegos de su ejército mantuvieron fuertes luchas entre ellos por la herencia de ese gran Imperio, hasta que en el 280 a.C. se lo repartieron en tres estados: Macedonia, Egipto y siria.
Los griegos que habitaban en estas ciudades helenísticas vivieron de la explotación de sus tierras (trabajadas por esclavos o campesinos indígenas), pero pronto ampliaron sus actividades a la industria o al comercio.
Al mismo tiempo continuaron los avances científicos y técnicos. Por ejemplo, Euclides publicó Elementos de geometría. Apolonio de Pérgamo preparó su geometría de los conos, el gran Arquímedes describió la teoría de la palanca y estableció la base de la mecánica teórica, así como varios ingenios militares y, algo más tarde, Hiparco inventó la trigonometría plana y esférica.
ROMA Y EL NACIMIENTO DE UN GRAN IMPERIO ECONÓMICO
Mientras tanto, otra ciudad-estado surgía en la parte central de la Península Itálica, en un lugar estratégico apto para atravesar el río Tíber. En su origen se trataba de un conglomerado de cabañas de pastores, que ocupaban una serie de colinas cuya fundación se atribuye a Rómulo y Remo en el 752 a.C. según la leyenda.  Su organización política fue en los comienzos en forma de Monarquía.
En el 509 a.C. se dio paso a la República. Durante la misma tuvo lugar el mayor crecimiento económico de Roma, ya que ocuparon el Lacio, luego conquistaron el resto de la Península Itálica y, una vez vencidos los cartaginenses tras la tercera guerra púnica, su autoridad en Occidente fue indiscutible. Poco a poco se anexionaron toda la costa mediterránea. Luego se apoderaron de gran parte de los estados helenísticos, con lo cual adoptaron la cultura griega y consiguieron inmensos territorios. La integración de las tierras conquistada se llevó a cabo a menudo mediante su conversión en provincias, lo que constituyó un importante precedente para el régimen imperial posterior.
El último periodo republicano se vio ensombrecido por una serie de conflictos violentos, golpes militares, rebeliones, guerras civiles.
Durante el siglo I a.C. Pompeyo y César, de un lado, y Marco Antonio y Octavio de otro, marcan el final de un periodo en la Roma antigua. Tras la incorporación de Egipto como provincia romana Octavio regresó a la Urbs como mando único del ejército y se erigió en el jefe del nuevo régimen imperial que permaneció en vigor hasta el siglo V de la Era Cristiana.
Desde la época republicana, la extensa red viaria favorecía el desplazamiento del ejército y agilizaba los intercambios comerciales. También las provincias se cruzaron de un gran número de calzadas que favorecían la comunicación en el interior y con algunos puntos de la periferia conectados, en última instancia, a Roma. El 90% de la población romana vivía de la agricultura. Gran parte del excedente agrícola se consumía en las ciudades y éstas eran importantes centros de producción y distribución. En ellas se hallaban los talleres artesanales que ocupaban a hombres libres y esclavos. Se perfilaron así dos economías no excluyentes, sino complementarias: la monetaria en las ciudades, la natural en el medio rural.
La acuñación de oro y plata era monopolio del Estado; el sistema monetario se había extendido por todo el territorio y, mediante algunas leyes, se habían fijado el peso y el valor de las principales monedas romanas de plata y bronce: el denarius, el victoriatus, y el as.
También se obtenían grandes negocios en las operaciones con acciones de las sociedades de publicani, con las que se especulaba. Pero el negocio más lucrativo era el préstamo con interés, que sobrepasaba la tasa legal del 12% y llegó en ocasiones al 48%.
La economía romana final de la República estuvo dominada por e influjo de la riqueza mobiliaria. El origen del capitalismo romano debe buscarse en el inmenso despojo de los pueblos vencidos, en el botín obtenido en las campañas militares, en los tributos arrancados a las ciudades vencidas, a las exacciones sin freno ni escrúpulos de los publicanos y agentes de negocios, en las operaciones financieras realizadas por los banqueros, etc.
Otro factor determinante fue la creciente rivalidad económica entre Roma, prototipo de la ciudad de consumo, y las provincias.
En menos de un siglo Roma pasó del mero control político sobre los territorios conquistados a su anexión e incorporación como provincias de pleno dominio. En agricultura, la trilogía mediterránea era predominante. Pero la producción de cereales fue disminuyendo, mientras que las viñas y olivares ocuparon amplios dominios al este y Oeste, lo que provocó auténticas hambrunas. El gobierno imperial tomó medidas fomentando la siembra de trigo y promulgando edictos para prohibir la plantación de viñas. El olivo fue difundido en Hispania, Dalmacia, África y en los países semidesérticos desde el Este del Líbano hasta Palmira. Además la conquista de Europa Central y Occidental valdría a los romanos la posesión de considerables superficies de bosques y pastos.
También hay que destacar la producción de sal, sin olvidar la explotación de canteras de mármol, pórfido y granito.
Los yacimientos minerales metálicos ofrecieron distintos aspectos según los lugares. Las minas de oro de Grecia estaban casi agotadas; macedonia y Tracia eran aún ricas en oro y plata; las de la Cólquida y Egipto continuaban dando oro. Además, se obtenía en sus diversas formas, pepitas y pajuelas, en Hispania, Galia, Britania, Dalmacia y Mesia. Trajano al conquistar Dacia, consiguió para Roma los yacimientos auríferos más ricos de mundo antiguo. Extrajeron ingentes cantidades de plomo argentífero de Cerdeña, Hispania, Galia, Dalmacia, Épiro, etc. Se proveían de cobre de macedonia, Península Ibérica, Galia e isla de Bretaña, que junto con los de Chipre aportaban estaño y facilitaron el desarrollo de la industria del bronce.  
La pax romana había puesto fin a la expansión territorial y a la acumulación de botín, se habían introducido en el Imperio amplias regiones interiores, lejos del mar y con accesos inadecuados a las rutas del comercio y la comunicación. La monarquía absoluta sustituyó la administración de la ciudad por el ejército profesional y el poder de unas familias. Este sistema acabó con la iniciativa política y económica para laque faltaban las oportunidades apropiadas.
La clase media urbana, base del Imperio, no era lo bastante fuerte para sustentar el eso del estado mundial. Los órdenes superiores se hicieron cada vez más exclusivos y la sociedad se fue separando en dos castas: honestiores y humiliores. De este modo surgió un antagonismo entre el campo y las ciudades.  Tal antagonismo pudo ser la última causa de la crisis del siglo III y conducir a la anarquía de la segunda mitad de este siglo. Las clases superiores fueron anuladas y emergió una nueva forma de gobierno basada, sobre todo, en el ejército, en una robusta burocracia y en la masa de campesinos.
Poco a poco el comercio y la industria acabaron siendo ejercidos como medios secundarios de acrecentar los ingresos derivados principalmente de la agricultura. Esta situación detuvo el crecimiento económico de Italia e impidió la génesis de grandes empresas en las provincias. Por otra parte, el Estado para mantener la paz interior y la seguridad precisaba cada vez más dinero, pero el gobierno no hizo nada por fomentar el progreso económico y contribuyó a acelerar el proceso de estancamiento, sin preocuparse de la prosperidad de las masas. Así el paso de la vida estatal gravitó sobre las clases trabajadoras y provocó u rápido descenso de su bienestar material. Como este grupo era el principal consumidor de la producción industrial de las ciudades, la disminución de su capacidad adquisitiva repercutió desfavorablemente en el desarrollo de la producción en masa y en la fabricación en gran escala. También acabó notándose en la importación de mercancías.
Durante el Bajo Imperio romano para salvar al Estado, los emperadores recurrieron a la violencia y coerción, que se aplicaron tanto a la clase media urbana como a las clases inferiores. El resultado fue el colapso de la economía urbana y la aguda crisis del siglo III, la cual conllevó un rápido declive de la actividad económica en general con fuertes subidas de precios, un renacimiento de las formas primitivas de la economía, un aumento del capitalismo del Estado y una inflación galopante.
Todo ello perduró a lolargo de los siglos IV y V. algunos emperadores desde antes de Diocleciano recurrieron a la confiscación para incrementar los ingresos fiscales. Éste también llevó a cabo importantes reformas en las retribuciones al ejército, en la administración, como la Tetrarquía, división en diócesis, etc; pero las más trascendentes fueron las que se refieren al sistema monetario, al fiscal y a la publicación del Edicto máximo de precios y salarios en el 301. Prácticamente no existía el comercio libre.
Constantino continuó esta transformación ayudado por la abundancia de oro; acuñó nuevas monedas de oro y plata hacia el 310, pero fue insuficiente para reactivar el comercio por las malas infraestructuras en los transportes. Trasladó la capital a Bizancio, a la que dio su nombre Constantinopolis, que pasó a ser el principal centro de comercio y de comunicaciones del Imperio. Sus seguidores se enzarzaron en luchas dinásticas y no continuaron su obra.
El último emperador digno de mención fue Teodosio el Grande, que dividió el Imperio entre sus hijos: a Arcadio le concedió el imperio romano de Oriente con el título de Imperator y capital en Constantinopla. A Honorio le otorgó el de Occidente con capital en Roma.
A lo largo del siglo V un doble proceso –empobrecimiento del Estado y ruralización de la economía- agravó la situación y en el 476 un jefe militar germánico, Odoacro, depuso al último emperador Rómulo Augústulo. Fue sólo un hecho consumado, puesto que el poder militar y político del Imperio de Occidente había pasado a manos de los jefes de los pueblos germánicos, asentados en su territorio con pacto o sin él (suevos, vándalos, alanos, francos, burgundios, alamanes, anglos, sajones…). En el 376 el emperador Valente había permitido a visigodos y ostrogodos que se instalaran, como pueblo aliado, al sur del Danubio, para defender las fronteras del Imperio en la península Balcánica, a cambio de la entrega de tierras y recursos.

En síntesis, además de las migraciones germánicas y de los problemas económicos derivados de la crisis del siglo III, otros muchos factores contribuyeron a la decadencia de un Imperio tan extenso: disminución de la población, acusadas diferencias entre clases sociales, pérdida de las autonomías municipales, mal reclutamiento del ejército, incapacidad de algunos emperadores para gobernar tan amplios territorios, grave déficit público, amplia evasión fiscal, etc.   Así, el Imperio Romano de Occidente quedó desintegrado ante la ocupación de los bárbaros que vivían al otro lado del Rhin y del Danubio, mientras que el Imperio Romano de Oriente, con el nombre de Bizancio perdurará hasta 1453 en que el sultán otomano Mehmet II tomó Constantinopla.

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