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viernes, 15 de noviembre de 2013

LA SEGUNDA LOGISTICA DE EUROPA

Tras numerosos años de hundimiento la población de Europa experimento, a mediados del siglo XV, un gran crecimiento. Este crecimiento se produjo gracias a que la peste bubónica y otras enfermedades se redujeron progresivamente. En general, las condiciones de vida mejoraron notablemente, se redujo la mortalidad y aumento la natalidad, dando como resultado un crecimiento sostenido en la población europea que se mantuvo en el siglo XVI.

Debido a este gran crecimiento, se produjo un exceso de población, ocasionando numerosas migraciones, la mayoría de ellas interiores. Como consecuencia de esas migraciones, la población urbana creció muy rápidamente, lo cual no fue favorable en el  desarrollo económico, ya que los emigrantes rurales raramente tenían la formación conveniente para trabajar en la ciudad. Formaban en las ciudades un conjunto de mano de obra no cualificada, desempleada que cumplimentaba sus escasos ingresos mendigando y con pequeños hurtos. La miseria, el hacinamiento y la suciedad de sus condiciones de vida ponían en peligro a todos los ciudadanos.

El periodo de crecimiento demográfico coincidió con la gran época de exploraciones y descubrimientos que tuvo como consecuencia el establecimiento de todas las rutas marítimas entre Europa y Asia, y lo que sería aun más decisivo para la historia mundial, la conquista y colonización del hemisferio occidental por parte de los europeos. Los descubrimientos afectaron profundamente al curso del cambio de la economía en Europa.

Los protagonistas de la exploración y el descubrimiento en Europa fueron España y Portugal, países que se convirtieron en los más ricos y poderosos.

En 1492, Colon navego, financiado por los monarcas de España, y descubrió el Nuevo Mundo. Colon pensó que había llegado a las Indias. Inmediatamente después de conocer la noticia del descubrimiento, Fernando e Isabel, pidieron al Papa una “línea de demarcación” para dar el titulo de españolas a las tierras recién descubiertas.
España y Portugal pactaron en el Tratado de Tordesillas en 1494 la repartición de los territorios que corresponderían a cada reino a fin de evitar una confrontación armada directa que les debilitara frente a otros reinos rivales.

La expansión europea en ultramar y la conquista colonial perteneció casi en exclusiva a España y Portugal, producto de sus descubrimientos y exploraciones. Sus dominios eran los más extensos, y su riqueza y poder, los más grandes del mundo.

Hacia 1515, los portugueses se habían hecho los dueños del océano Índico y entablaron relaciones comerciales con Siam y Japón. A causa de su escasa población, no intentaron conquistar o colonizar sus territorios descubiertos, únicamente controlaron las rutas marítimas.

A diferencia de los portugueses, los españoles desde un principio se encargaron de colonizar y poblar las zonas conquistadas. Llevaron de Europa técnicas, equipamiento e instituciones, que impusieron por la fuerza. Además los españoles introdujeron productos naturales, entre ellos el trigo y otros cereales, azúcar, el café, las verduras, frutas y muchas otras formas de vida vegetal. Además de diversas especies de animales. Otros rasgos de la civilización europea que entraron en América fueron las armas de fuego, el alcohol, y diversas enfermedades como el sarampión o la viruela. Las exportaciones legales de las colonias españolas en el Nuevo Mundo consistían principalmente en lingotes de oro y plata.

El flujo de oro y, sobretodo, de la plata de las colonias españolas aumento enormemente las reservas europeas de los metales monetarios, provocado por el propio gobierno español ya que enviaba grandes cantidades a otros países europeos para solventar sus deudas y financiar sus numerosas guerras. Desde esos países los metales preciosos se extendieron por toda Europa. El resultado más visible e inmediato fue un alza espectacular y prolongada de los precios. La subida de los salarios quedó bastante rezagada con respecto a la de los precios de las mercancías.
Este acontecimiento denominado “la revolución de los precios”, como cualquier inflación, redistribuyo los ingresos y la riqueza, tanto de los individuos como de los grupos sociales.

A finales del siglo XVI, la presión de la población sobre los recursos se hizo extrema, y en la primera mitad del siglo XVII, una serie de malas cosechas, nuevos brotes de peste y otras enfermedades epidémicas, y la mayor ferocidad e incidencia de las guerras frenaron la expansión demográfica.

La explicación simple para el cese del crecimiento demográfico en el siglo XVII es el fracaso de la tecnología agrícola para avanzar de forma significativa, con el consiguiente estancamiento, o incluso una probable disminución, de la productividad agrícola media.

En Europa, la agricultura seguía siendo la actividad económica más importante. Presentaba una gran diversidad en las tierras. La más variada en sus tierras era Italia. Sin embargo, a pesar de su diversificación, la producción agrícola italiana no puedo aguantar el ritmo de crecimiento demográfico.

España, presentaba casi tanta variedad como Italia. La agricultura española recibió una rica herencia de sus predecesores musulmanes. Desafortunadamente, los monarcas españoles, decretaron la expulsión de los judíos, que eran expertos agricultores y artesanos, del reino. Los cristianos que los reemplazaron fueron incapaces de conservar los sistemas de regadío y otros aspectos de la sumamente productiva agricultura mora. Otro obstáculo al que se enfrento la agricultura española fue la rivalidad entre campesinos y propietarios de ganado lanar. Los pastores seguían la práctica de la trashumancia, es decir, el traslado de los rebaños de los pastos montañosos en verano a los de las tierras bajas en invierno.
Los ganaderos, organizados en un gremio o asociación comercial llamado la Mesta, constituían un poderoso grupo de presión en la corte. Los rebaños trashumantes tenían una lana muy valiosa que producía ganancias en efectivo. Los monarcas concedieron a la Mesta privilegios especiales a cambio del aumento en los impuestos.

En otras partes de Europa Occidental predominaba el sistema de campos abiertos.

La zona agrícola más avanzada de Europa eran los Países Bajos, especialmente los del norte, con su centro en la provincia de Holanda. A lo largo de los siglos XVI y XVII, la agricultura holandesa experimento un cambio impresionante por el cual merece que se la denomine la primera económica agrícola moderna. La modernización de la agricultura estuvo íntimamente ligada al también impresionante nacimiento de la superioridad comercial holandesa.

Con respecto a la tecnología industrial y su productividad en Europa, el invento más destacado del siglo XV fue la imprenta, aumento enormemente la productividad en el comercio de libros. Otros inventos de la época en los campos de los instrumentos de navegación, las armas de fuego y la artillería, y la relojería, tuvieron una menor repercusión.
La orientación comercial de la economía europea, mayor en la industria que en la agricultura, animo a los empresarios, que pudieron reducir los costes de producción y responder con rapidez a los cambios en la demanda del consumidor. Pero las innovaciones enfrentaban también a grandes obstáculos, como era el temor el desempleo como resultado del ahorro de la mano de obra que suponían las innovaciones, y la creciente competencia.

En el negocio textil no se introdujo ninguna innovación y siguió siendo el mayor proveedor de empleo industrial. El negocio de la construcción experimento un notable progreso tecnológico en el diseño y la construcción de barcos y en los instrumentos de navegación, destacando los barcos de los Países Bajos.
Las industrias metalúrgicas adquirieron un valor estratégico debido a la creciente presencia de las armas de fuego y artillería en la guerra.

Los descubrimientos en ultramar, al proporcionar nuevas materias primas, incitaron directamente la aparición de nuevas industrias, las refinerías de azúcar y las fábricas de tabaco fueron las más importantes.

De todos los sectores de la económica europea, el comercio fue sin duda el más dinámico entre los siglos XV y XVIII. El intercambio comercial era local. Las ciudades recibían el grueso del suministro de alimentos de las tierras del interior vecinas y, a cambio, les proporcionaban productos manufacturados y servicios. Más interesantes, e importantes para la historia del desarrollo económico, fueron los cambios que se produjeron en el comercio a distancia. Los cambios más destacados, además de la apertura de las rutas de ultramar, fueron el traslado del centro de gravedad del comercio europeo desde el Mediterráneo hasta los mares del norte, un ligero pero perceptible cambio en la clase de mercancías objeto del comercio a distancia, y cambios en la formas de la organización comercial.

Debido a que los españoles y los portugueses, concentrándose en la explotación de sus imperios en ultramar dejaron el negocio de la distribución de sus importaciones por Europa, y también el del envió de la mayoría de sus exportaciones a las colonias, a otros europeos, provocando la aparición de competidores más eficaces, como los Países Bajos, sobretodo los irlandeses y los flamencos.

Destaco el comercio de la pimienta, y el de con seres humanos: el tráfico de esclavos, prohibido en el siglo XIX.

En el siglo XV podían encontrarse colonias de mercaderes italianos en los principales centros comerciales: Ginebra, Lyon, Barcelona, Sevilla, Londres, Brujas y, especialmente, Amberes, que la primera del siglo XVI se convirtió en el centro distribuidor más importante del mundo. La organización del centro distribuidor era ya bastante compleja, el primer requisito es una bolsa o un mercado. Por regla general, los productos que se mostraban no se intercambiaban en el acto. Después se realizaban los pedidos y los bienes se mandaban desde los almacenes. El uso del crédito estaba extendido y la mayoría de los pagos se hacían con instrumentos financieros.

El comercio de especias del imperio portugués era un monopolio de la corona, la armada portuguesa hacia las veces de flota mercante y todas las especias tenían que ser vendidas a través de la Casa de Indias en Lisboa. Los oficiales de la corona eran los encargados de realizas las compras de especias en el océano indico, y de embarcarlas con destino a Portugal. El pago se hacía en metales preciosos, oro y plata, además de armas y municiones.

El comercio entre España y sus colonias era monopolio de la corona de castilla, pero a efectos prácticos el gobierno lo traspaso a la Casa de Contratación, una organización gremial ubicada en Sevilla que operaba bajo la vigilancia de los inspectores del gobierno. Todos los barcos que cubrían la ruta entre España y sus colonias salían en convoyes. La razón oficial para utilizar el sistema de convoy era proteger la carga de lingotes de los corsarios y, en tiempos de guerra, de los enemigos.





1 comentario:

  1. Un buen resumen sobre el capítulo 5 de la HISTORIA ECONÓMICA MUNDIAL de Rondó Cameron si te ves apurado
    Estudiate de economía en la Uc3m, 1er año

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