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viernes, 15 de noviembre de 2013

LA REVOLUCIÓN INDUSTRIAL

Con el término “revolución industrial” se conoce a un conjunto de cambios económicos que permiten a una economía preindustrial, caracterizada por una productividad baja y por tasas de crecimiento generalmente estancadas, transformarse en una economía moderna, donde el producto per cápita y el nivel de vida son relativamente altos, y el crecimiento económico es, normalmente, sostenido. Estos cambios están interrelacionados en el ámbito de la organización económica, la tecnología y la estructura industrial. Así mismo, son causa y efecto de un crecimiento sostenido de la población, del producto total y del producto per cápita.
LA REVOLUCIÓN INDUSTRIAL INGLESA
Inglaterra fue el primer país en industrializarse en el último tercio del siglo XVIII. Contaba con una clase próspera de comerciantes que se había enriquecido con el comercio exterior e interior y que poseía gran influencia política. Así mismo, se apoyaba en una gran tradición de especialización tanto en el comercio como en la industria. Había conseguido desarrollar una agricultura muy productiva que produjo un excedente comercializable y por tanto fondos para la inversión en otros sectores. Además, el aumento de la producción agrícola se tradujo también en un crecimiento sostenido de la población.
Los empresarios intentaron sustituir mano de obra por máquinas, dando un gran impulso a los avances tecnológicos. Los salarios altos de los trabajadores industriales ingleses significaron una mejora en su poder de compra y en consecuencia una mayor demanda de bienes de uso corriente y una ampliación del mercado interior.
Así mismo, contaba con leyes que favorecían la dedicación al comercio, no existían las aduanas interiores, y se mejoraron los transportes, con la construcción de carreteras y canales. También aumentó el mercado exterior y se implantó el librecambismo en el siglo XIX. Por último, desde 1694 existía el Banco de Londres, y los ingleses poseían un desarrollado sistema bancario y crediticio.
El progreso de la agricultura es uno de los factores indispensables para el desarrollo industrial, ya que permite la obtención de mayor producción con una cantidad menor de mano de obra que pasa a trabajar en el sector industrial, además hace posible que se produzca el crecimiento de la población. Así mismo, la revolución agrícola tiene un papel de incentivo de la demanda, porque, al producir más, los campesinos obtienen más recursos y se amplía el mercado interior. También puede suministrar, en las primeras etapas, una gran parte del capital y empresarios en los sectores clave de la revolución industrial.
A continuación se apuntan las principales técnicas aplicadas:
En primer lugar, la gradual eliminación del barbecho y su sustitución por continuas rotaciones de cultivo. El suelo se regeneraba por medio de una secuencia de plantas.
En segundo lugar, la introducción o extensión de nuevos cultivos. La rotación continua implica la inclusión de nuevos cultivos en el ciclo. Los principales cultivos de plantas forrajeras y piensos fueron los nabos, el trébol, la colza, el lúpulo, el maíz, las zanahorias y las patatas.
En tercer lugar, se produjo una considerable mejora de las herramientas de uso tradicional y la introducción de otras nuevas. También aumentó el empleo de caballos para el trabajo de la tierra, al ser su velocidad media un 50% mayor que la del buey.
Por último, retrocedió el sistema de campos abiertos sustituido por el sistema de campos cerrados, a la vez que se llevaba a cabo el paso del colectivismo al individualismo agrario. El sistema de campos cerrados permitía que las inversiones que realizaba el propietario revirtieran exclusivamente en él y facilitaban la introducción de nuevas técnicas y cultivos.
Los primeros cambios revolucionarios en la tecnología y en la organización económica se registraron en la industria textil, en el sector siderúrgico y en la maquinaria generadora de fuerza motriz.
La industria textil basó su desarrollo en el algodón. Pronto incorporó maquinaria que reducía la mano de obra.
La industria siderúrgica abandonó el carbón vegetal para adoptar el carbón mineral, muy abundante en el país, lo que produjo una disminución del precio del hierro y por tanto su uso generalizado en la construcción de máquinas. El ferrocarril también desempeñó un papel importantísimo en el siglo XIX como demandante de esta industria; impulsó el sector financiero, ya que movilizó grandes capitales y se construyó exclusivamente con capitales privados aportados por sociedades anónimas. Las inversiones en transportes permitieron la utilización más económica y productiva de los recursos de capital existentes, mejoraron las comunicaciones y posibilitaron la integración del mercado nacional y el abaratamiento de los bienes.      
Londres se convirtió en el centro financiero mundial donde acudían los fondos disponibles de otros países y la organización comercial se transformó. Durante el siglo XVIII y XIX aumentó el tamaño de las empresas comerciales, lo que significó mayores capitales y las sociedades anónimas fueron la forma más adecuada para reunir dichos capitales.
El aumento de las sociedades anónimas produjo la expansión de las Bolsas de valores, las más importantes fueron las de Londres, París y Nueva York.

LA LENTA INDUSTRIALIZACIÓN EN FRANCIA
El crecimiento económico de Francia comenzó en el siglo XVIII. La Revolución industrial en Francia hizo que la industrialización surgiera con cierto retraso.  Existen una serie de factores negativos que inciden en su tardía incorporación al proceso.  
Entre finales del siglo XVIII y principios del XX se produjo un menor crecimiento de la población francesa así como un temprano envejecimiento demográfico.
La Revolución de 1789 suprimió los derechos señoriales y vendió los bienes nacionales, que fueron comprados principalmente por la burguesía y los agricultores, con lo que se reforzó la pequeña y mediana propiedad. No es hasta el periodo de 1815 a 1864 cuando se produce un crecimiento rápido de la producción y de la productividad agrícola gracias a la utilización de mejores herramientas, el empleo de abonos y el aumento de la superficie cultivada.  
En tercer lugar la insuficiencia de recursos naturales, especialmente el carbón.
En cuarto lugar la carencia de un sistema financiero y monetario adecuado: La crisis de 1720 hizo que los franceses desconfiaran de los bancos y de los instrumentos de crédito, de ahí que no se abriese un nuevo banco de emisión hasta 1776.
Otro factor importante es la ausencia de espíritu de empresa, probablemente más de la mitad del ahorro francés se canalizó en inversiones en el extranjero y en deuda pública.
Por último, es preciso destacar el gran número de conflictos sociales y políticos. Durante y después de la Revolución las luchas internas y las guerras en Europa llevaron la economía del país a la ruina. Como consecuencia del enfrentamiento con Inglaterra gran parte de su marina se destruyó.
Los primeros sectores industriales que se desarrollaron fueron el textil y la siderurgia. En la segunda mitad del siglo con la introducción de las primeras máquinas de hilado que fueron instaladas  en fábricas.
El desarrollo de la industria siderúrgica estuvo influenciado en gran medida por las técnicas importadas de Inglaterra.  Después de la introducción de nuevas técnicas en las fundiciones “al estilo inglés”, no sólo en la construcción de los hornos, sino también en las operaciones de pudelado se produjo una transformación más rápida de las fundiciones.  Hacia 1870 la industria metalúrgica sufrió una completa transformación, adoptando todas las características de la gran industria moderna: concentración financiera, integración de la producción y empleo de una abundante fuerza de trabajo.
En el ámbito de las comunicaciones, Francia contaba con una buena red de caminos, que fue mejorada por Napoleón. También se habían construido numerosos canales en los años previos a la Revolución de 1789. La construcción de canales se reanudó a partir de 1820, enlazando París con las áreas en proceso de industrialización del norte y del este y favoreciendo los sectores minero y metalúrgico.  La construcción del ferrocarril fue más lenta que en Inglaterra, debido a la fuerte resistencia opuesta por la opinión pública. La construcción a gran escala no comenzó hasta la década de los cuarenta, cuando el Estado intervino a través de un sistema de concesiones y ventajas financieras para las compañías, sin embargo el periodo de construcción más activo fue en los primeros años del Segundo Imperio.
A principios del siglo XVIII Francia no disponía de un adecuada re de crédito. Durante el siglo XIX destacó la “haute banque” concentrada en París, que se especializó en los grandes negocios financieros.

 Los bancos franceses no tuvieron un papel relevante en la financiación de las industrias, ya que prefirieron inversiones más seguras, como el comercio, el ferrocarril o la deuda pública. La mayor parte de las empresas industriales se nutrieron, fundamentalmente, de fondos familiares, en algunos casos realizaron ampliaciones directas de capital y, con bastante frecuencia, emitieron obligaciones o bonos para costear la instalación de nueva maquinaria.

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