El conocimiento de las primeras sociedades es bastante
complicado por la dificultad de interpretar las fuentes arqueológicas. Este
primer y más largo periodo de la Historia de la Humanidad ha sido llamado
Prehistoria, por el hecho de no haberse hallado en él indicios de escritura,
aunque no todos los historiadores están de acuerdo sobre el término.
LA SOCIEDAD
PRIMITIVA
Parece que el hombre existía en Europa en el periodo glacial
y muy probablemente antes.
LA ECONOMÍA DE LA EDAD DE PIEDRA
Durante todo ese tiempo, la principal actividad del hombre
consistió en satisfacer sus necesidades materiales. La recolección de alimentos
y la caza de animales eran fundamentalmente para su supervivencia, aunque
tuviera que trasladarse de un lugar a otro para conseguirlos. Por eso se habla
del hombre nómada. Para un mejor estudio de esta larguísima etapa se suele
dividir en dos amplios periodos: Paleolítico y Neolítico.
La tecnología de la Edad de la piedra tallada, que suele
datarse hasta los 8000 años a.C. permaneció prácticamente sin cambios durante
miles de años a base de toscas herramientas y útiles de piedra, que fueron
perfeccionando muy lentamente. La técnica básica lítica la constituye la
percusión sobre el nódulo de sílex, aunque el resultado difiere de la dureza
del material con que se golpea en relación con la consistencia de la piedra que
se desea tallar.
Sin embargo, del estudio de estas sociedades se deduce que
la piedra no era la única materia prima de su industria, sino que también
utilizaron otros elementos, como madera, hueso, asta, conchas, etc. Además
controlaron el fuego, utilizaron anzuelos para pescar y debieron de disponer de
alguna especie de balsa para trasladarse sobre el agua.
La aparición de un “género de vida cazadora” se halla en la
base de la actividad del hombre del Paleolítico superior, y ejerce un impacto
enorme en el desarrollo cultural. Estas poblaciones fueron más nómadas cuando
más especializado era su género de caza, y a ello contribuyó tanto la necesidad
alimenticia, como el complejo de su cultura material. A su vez, la permanencia
en pequeños grupos y la utilización de cuevas y abrigos rocosos creó una
tradición.
La lenta evolución de las sociedades paleolíticas puede
explicarse tanto por la rutinaria continuidad del ritualismo mágico, como por
la climatología. Las distintas plantas se irían sucediendo en función de la
temperatura, precipitación, etc. Los animales arían en pos de ellas igualmente
a un ritmo casi imperceptible. El
hombre, con la superioridad de sus innovaciones técnicas, contribuyó a agravar
el desequilibrio y a la desaparición de algunas especies como el bisonte o el
mamut.
Con la transformación climática postglaciar, la lenta pero
progresiva sequía, al ir retrocediendo los hielos, llevó a la deforestación
natural, a la pérdida de tapiz vegetal, a la disminución de la fauna útil…
Por todo ello, la verdadera revolución en el desarrollo
histórico de la humanidad se produjo en el Neolítico. Se descubrió la
agricultura y se domesticó algunos animales: oveja, cabra, caballo, cerdo, etc.
Quizás los bueyes servirían como bestias de carga.
En el Neolítico o Edad de la piedra pulimentada, las
sociedades irían abandonando las cuevas y levantando los primeros poblados, lo
que implicaría la organización de una población, una vinculación más estrecha
del hombre a la tierra, un sedentarismo mayor, la innovación de técnicas, como
la cerámica o el tejido de lino y lana. En el orden político significó una
concentración del poder y un principio de autoridad ordenado del esfuerzo colectivo,
pero en el aspecto económico se produjeron algunos excedentes y una escasa
división del trabajo. La revolución neolítica abarcó toda la región, que se
extiende desde el Nilo y el Mediterráneo Oriental hasta la meseta de Irán y el
valle del Indo.
EL DESARROLLO TECNOLÓGICO DE LOS METALES
Hacia el 5000 a.C. surgió una nueva tecnología basada en la
función de metales, lo que permitió obtener herramientas, armas y objetos mucho
más resistentes. En primer lugar se desarrolló la elaboración de instrumentos
de cobre, luego de bronce y, posteriormente, de hierro.
En la Edad del Cobre se fundía el metal en hornos de carbón,
calentándose en crisoles, luego se vertía en moldes para fabricar herramientas
y armas mucho más afiladas que las de piedra. Además, se usó el torno alfarero,
se aplicó la rueda al carro, se utilizó el arado de madera en Egipto y
Mesopotamia, con lo que aumentó la producción de alimentos, la acumulación de
excedentes y la actividad económica. A su vez, nuevas técnicas de transporte,
como la aplicación de la vela a la navegación, facilitaron el intercambio y
todo ello contribuyó a una mayor división del trabajo.
Con la aleación del cobre y el estaño se entra en la Edad
del Bronce. El hacha de bronce era un utensilio superior, más duro, pero
además, presupone una estructura económica y social más compleja, puesto que el
cobre y el estaño pocas veces se hallan juntos y uno de los dos debe ser
importado. Esto es posible si existe excedente de algún producto local para
permutarlo por metales, con lo que aumenta el intercambio de bienes y la
división del trabajo. La invención de la moneda permitió acumular riquezas, se
efectuaban préstamos con interés. Los agrupamientos de población fueron
creciendo y alcanzaron su plenitud los grandes Imperios de los valles
fluviales, además apareció la escritura y la notación numérica.
A su vez, la tabla de multiplicar y la geometría facilitaron
la construcción de edificios: templos y pirámides. También se desarrolló la
astronomía con la medición exacta del tiempo de las estaciones, los puntos
cardinales, el reloj de sol y el calendario de 365 días. Los avances en
arquitectura fueron seguidos de otros en escultura, pintura y música con
diversos instrumentos, como la flauta, el arpa, la lira. Poco a poco hubo una
mayor división de las clases.
A partir del primer milenio a.C. se habla de la Edad del
Hierro por la utilización generalizada de este metal. Su difusión tuvo lugar
hacia Europa dada la abundancia de este mineral en la naturaleza, las
herramientas y armas de hierro resultaron más baratas y mucha gente pudo
costearse un buen equipo. Con él los agricultores aumentaron su producción,
apareció la esquiladora, los taladros, los martillos…se mejoraron varios tipos
de máquinas, como la noria, el molino giratorio, etc.
Todos estos progresos significaron un crecimiento económico
muy importante, una mayor división del trabajo y la aparición de talleres con
decenas de trabajadores. Parte de los excedentes acumulados permitieron dedicar
la inteligencia a algunos hombres a las ciencias, a las artes, a la filosofía,
a la justicia, etc.
LAS GRANDES
CIVILIZACIONES DE LA ANTIGÜEDAD
Se ha comprobado el paso de una sociedad rural de pastores y
agricultores a una sociedad urbana varios siglos antes de Cristo, en algunas
áreas del Próximo Oriente. Algunos poblados convertidos en ciudades se
establecieron junto a los cursos de agua, manantiales, etc.
En las grandes llanuras de aluvión, un suelo fértil renovado
cada año por las crecidas de los ríos, aseguraba un copioso abastecimiento de
alimentos y permitía el crecimiento de la población, aunque carecía de otras
materias de origen mineral. La necesidad de construir importantes obras
públicas para el riego y drenaje de la tierra, así como para proteger los
núcleos de población, hizo que la organización social se fuera consolidando y
el sistema económico centralizando.
MESOPOTAMIA
En el curso bajo de
los ríos gemelos: Tigris y Éufrates, el territorio estaba divido en ciudades-estado
que eran autónomas desde el punto de vista político, pero todas con una cultura
material, un lenguaje y una religión comunes y, en gran medida, económicamente
interdependientes. En el centro de cada una se encontraba la ciudadela con el
templo, que era no sólo un lugar de culto sino también un gran centro productor
y administrador de riquezas. Funcionaba como un gran banco.
Tuvieron lugar varias guerras entre las diferentes ciudades
y se formaron algunos Imperios, como el de Babilonia que consiguió una unidad
política ya bajo el dominio de Hammurabi. Las instituciones de crédito
alcanzaron altos niveles pero no se llegó a acuñar moneda. Las ciudades-estado
quedaron absorbidas dentro del territorio de un estado que correspondía por
entero a la realidad de las necesidades económicas.
EGIPTO
El valle del Nilo constituía una unidad económica natural.
La agricultura dependía de la crecida anual del río. Las observaciones
registradas durante 50 años demostraron que el intervalo medio entre las
crecidas era de 365 días. Sobre esta base
se introdujo un calendario oficial en el que el año se dividía en 10 meses de
36 días cada uno con un periodo adicional de 5 días, que se intercalaba al
final del año. Hubo un error en el cómputo de unas seis horas. La creación del
calendario solar constituyó un hecho histórico de gran trascendencia para la
astronomía y para la historia de la ciencia.
En Egipto las reservas de provisiones requeridas para la
transformación del sistema económico se acumularon en manos de un monarca
auxiliado por un cuerpo importante de sacerdotes y funcionarios. Los campesinos
sujetos a una severa disciplina debían entregar una parte importante de las
cosechas al faraón. A pesar de ser una sociedad jerarquizada, de vez en cuando
sufrió violentas sacudidas producidas por algún periodo de anarquía y
revolución o por invasiones exteriores, pues no mantenía una gran fuerza
militar.
LAS CIUDADES FENICIAS
En las costas del mediterráneo Oriental aparecieron ciudades
como tiro, Sidón, Biblos… que difundieron los avances culturales de Egipto y
Mesopotamia por el mar Mediterráneo en busca de metales. Explotaron los
yacimientos de cobre y plata del sur y sureste de la Península Ibérica, llegaba
en sus barcos hasta los más importantes centros industriales del Oriente
Clásico, a cambio llevaban tejidos finos, objetos de bronce y artículos de
lujo. Acuñaron monedas de plata e inventaron el alfabeto.
Para controlar este comercio instalaron colonias en el Norte
de África. Los cartaginenses disputaron el comercio mediterráneo a los griegos
y llegaron al sureste de la Península Ibérica, luego se enfrentaron a los
romanos, por lo que estallaron las guerras púnicas, que pusieron fin a su
hegemonía a mediados del siglo II a.C.
CRETA
También en el Mediterráneo Oriental se hallaron importantes
restos de una civilización llamada minoica, en la isla de Creta con abundancia
de objetos de cobre y bronce. Debieron
prosperar aquí príncipes-comerciantes que llevaban productos fabricados del
Oriente Medio hacia Occidente y volvían cargados de metales de estas lejanas
tierras.
EL MUNDO GRIEGO
Paulatinamente los habitantes de este terreno abrupto y
fragmentado, que hablaban la lengua griega, se fueron organizando en polis. La
base de su economía era la tierra, aunque distinguían entre los terratenientes
que vivían en la ciudad y los trabajadores, en el campo; sin embargo, estos
campesinos figuraban en un puesto más alto de la escala social que los
artesanos. Había una estrecha unión entre ciudad y territorio. A medida que la
población de estas polis crecía, la producción de alimentos resultó
insuficiente y muchos habitantes tuvieron que abandonar sus ciudades.
Cada colonia solía estar fundada por un grupo de emigrantes
de la misma polis, a la que llamaban metrópolis. Las primeras colonias basaron
su riqueza en la agricultura, pero después incorporaron a su economía
actividades comerciales y llegaron a crear una amplia red de escalas, que
constituyeron la base de su comercio marítimo con intercambio de monedas,
materias primas y toda clase de productos manufacturados.
El ideal de las polis era la independencia, pero ante la
amenaza del Imperio Persa se unieron y vencieron al gigante en las guerras
médicas. Este enorme esfuerzo militar y económico fue sufragado con una alianza
de varias polis (Liga de Delos). Al final de la guerra Atenas, que había
llevado el mayor peso, exigió que el tesoro de la Liga fuera guardado y
administrado por los atenienses. Algunas polis no aceptaron y esta desunión les
llevó a la guerra del Peloponeso y a una crisis de la que ya no se recuperaron.
En el siglo IV a.C. Filipo II de Macedonia ocupó Grecia. Su
hijo Alejandro Magno, que había sido educado por preceptores griegos, conquistó
el Imperio persa entre el 334 y el 327 a.C. y difundió la cultura helenística. Durante la resistencia de Alejandro Magno en
Babilonia se preocupó de reparar los canales, diques y defensas para los riegos
de los territorios circundantes y allí murió en el 323 a.C. sus sucesores, los
jefes griegos de su ejército mantuvieron fuertes luchas entre ellos por la
herencia de ese gran Imperio, hasta que en el 280 a.C. se lo repartieron en
tres estados: Macedonia, Egipto y siria.
Los griegos que habitaban en estas ciudades helenísticas
vivieron de la explotación de sus tierras (trabajadas por esclavos o campesinos
indígenas), pero pronto ampliaron sus actividades a la industria o al comercio.
Al mismo tiempo continuaron los avances científicos y
técnicos. Por ejemplo, Euclides publicó Elementos
de geometría. Apolonio de Pérgamo preparó su geometría de los conos, el
gran Arquímedes describió la teoría de la palanca y estableció la base de la
mecánica teórica, así como varios ingenios militares y, algo más tarde, Hiparco
inventó la trigonometría plana y esférica.
ROMA Y EL NACIMIENTO DE UN GRAN IMPERIO ECONÓMICO
Mientras tanto, otra ciudad-estado surgía en la parte
central de la Península Itálica, en un lugar estratégico apto para atravesar el
río Tíber. En su origen se trataba de un conglomerado de cabañas de pastores,
que ocupaban una serie de colinas cuya fundación se atribuye a Rómulo y Remo en
el 752 a.C. según la leyenda. Su
organización política fue en los comienzos en forma de Monarquía.
En el 509 a.C. se dio paso a la República. Durante la misma
tuvo lugar el mayor crecimiento económico de Roma, ya que ocuparon el Lacio,
luego conquistaron el resto de la Península Itálica y, una vez vencidos los
cartaginenses tras la tercera guerra púnica, su autoridad en Occidente fue
indiscutible. Poco a poco se anexionaron toda la costa mediterránea. Luego se
apoderaron de gran parte de los estados helenísticos, con lo cual adoptaron la
cultura griega y consiguieron inmensos territorios. La integración de las
tierras conquistada se llevó a cabo a menudo mediante su conversión en
provincias, lo que constituyó un importante precedente para el régimen imperial
posterior.
El último periodo republicano se vio ensombrecido por una
serie de conflictos violentos, golpes militares, rebeliones, guerras civiles.
Durante el siglo I a.C. Pompeyo y César, de un lado, y Marco
Antonio y Octavio de otro, marcan el final de un periodo en la Roma antigua.
Tras la incorporación de Egipto como provincia romana Octavio regresó a la Urbs como mando único del ejército y se
erigió en el jefe del nuevo régimen imperial que permaneció en vigor hasta el
siglo V de la Era Cristiana.
Desde la época republicana, la extensa red viaria favorecía
el desplazamiento del ejército y agilizaba los intercambios comerciales. También
las provincias se cruzaron de un gran número de calzadas que favorecían la
comunicación en el interior y con algunos puntos de la periferia conectados, en
última instancia, a Roma. El 90% de la población romana vivía de la
agricultura. Gran parte del excedente agrícola se consumía en las ciudades y
éstas eran importantes centros de producción y distribución. En ellas se
hallaban los talleres artesanales que ocupaban a hombres libres y esclavos. Se
perfilaron así dos economías no excluyentes, sino complementarias: la monetaria
en las ciudades, la natural en el medio rural.
La acuñación de oro y plata era monopolio del Estado; el
sistema monetario se había extendido por todo el territorio y, mediante algunas
leyes, se habían fijado el peso y el valor de las principales monedas romanas
de plata y bronce: el denarius, el victoriatus, y el as.
También se obtenían grandes negocios en las operaciones con
acciones de las sociedades de publicani, con
las que se especulaba. Pero el negocio más lucrativo era el préstamo con
interés, que sobrepasaba la tasa legal del 12% y llegó en ocasiones al 48%.
La economía romana final de la República estuvo dominada por
e influjo de la riqueza mobiliaria. El origen del capitalismo romano debe
buscarse en el inmenso despojo de los pueblos vencidos, en el botín obtenido en
las campañas militares, en los tributos arrancados a las ciudades vencidas, a
las exacciones sin freno ni escrúpulos de los publicanos y agentes de negocios,
en las operaciones financieras realizadas por los banqueros, etc.
Otro factor determinante fue la creciente rivalidad
económica entre Roma, prototipo de la ciudad de consumo, y las provincias.
En menos de un siglo Roma pasó del mero control político
sobre los territorios conquistados a su anexión e incorporación como provincias
de pleno dominio. En agricultura, la trilogía mediterránea era predominante.
Pero la producción de cereales fue disminuyendo, mientras que las viñas y
olivares ocuparon amplios dominios al este y Oeste, lo que provocó auténticas
hambrunas. El gobierno imperial tomó medidas fomentando la siembra de trigo y
promulgando edictos para prohibir la plantación de viñas. El olivo fue
difundido en Hispania, Dalmacia, África y en los países semidesérticos desde el
Este del Líbano hasta Palmira. Además la conquista de Europa Central y
Occidental valdría a los romanos la posesión de considerables superficies de
bosques y pastos.
También hay que destacar la producción de sal, sin olvidar
la explotación de canteras de mármol, pórfido y granito.
Los yacimientos minerales metálicos ofrecieron distintos
aspectos según los lugares. Las minas de oro de Grecia estaban casi agotadas;
macedonia y Tracia eran aún ricas en oro y plata; las de la Cólquida y Egipto
continuaban dando oro. Además, se obtenía en sus diversas formas, pepitas y
pajuelas, en Hispania, Galia, Britania, Dalmacia y Mesia. Trajano al conquistar
Dacia, consiguió para Roma los yacimientos auríferos más ricos de mundo
antiguo. Extrajeron ingentes cantidades de plomo argentífero de Cerdeña,
Hispania, Galia, Dalmacia, Épiro, etc. Se proveían de cobre de macedonia,
Península Ibérica, Galia e isla de Bretaña, que junto con los de Chipre
aportaban estaño y facilitaron el desarrollo de la industria del bronce.
La pax romana
había puesto fin a la expansión territorial y a la acumulación de botín, se
habían introducido en el Imperio amplias regiones interiores, lejos del mar y
con accesos inadecuados a las rutas del comercio y la comunicación. La
monarquía absoluta sustituyó la administración de la ciudad por el ejército
profesional y el poder de unas familias. Este sistema acabó con la iniciativa
política y económica para laque faltaban las oportunidades apropiadas.
La clase media urbana, base del Imperio, no era lo bastante
fuerte para sustentar el eso del estado mundial. Los órdenes superiores se
hicieron cada vez más exclusivos y la sociedad se fue separando en dos castas: honestiores y humiliores. De este modo surgió un antagonismo entre el campo y las
ciudades. Tal antagonismo pudo ser la
última causa de la crisis del siglo III y conducir a la anarquía de la segunda
mitad de este siglo. Las clases superiores fueron anuladas y emergió una nueva
forma de gobierno basada, sobre todo, en el ejército, en una robusta burocracia
y en la masa de campesinos.
Poco a poco el comercio y la industria acabaron siendo
ejercidos como medios secundarios de acrecentar los ingresos derivados
principalmente de la agricultura. Esta situación detuvo el crecimiento
económico de Italia e impidió la génesis de grandes empresas en las provincias.
Por otra parte, el Estado para mantener la paz interior y la seguridad
precisaba cada vez más dinero, pero el gobierno no hizo nada por fomentar el
progreso económico y contribuyó a acelerar el proceso de estancamiento, sin
preocuparse de la prosperidad de las masas. Así el paso de la vida estatal
gravitó sobre las clases trabajadoras y provocó u rápido descenso de su
bienestar material. Como este grupo era el principal consumidor de la
producción industrial de las ciudades, la disminución de su capacidad
adquisitiva repercutió desfavorablemente en el desarrollo de la producción en
masa y en la fabricación en gran escala. También acabó notándose en la importación
de mercancías.
Durante el Bajo Imperio romano para salvar al Estado, los
emperadores recurrieron a la violencia y coerción, que se aplicaron tanto a la
clase media urbana como a las clases inferiores. El resultado fue el colapso de
la economía urbana y la aguda crisis del siglo III, la cual conllevó un rápido
declive de la actividad económica en general con fuertes subidas de precios, un
renacimiento de las formas primitivas de la economía, un aumento del
capitalismo del Estado y una inflación galopante.
Todo ello perduró a lolargo de los siglos IV y V. algunos
emperadores desde antes de Diocleciano recurrieron a la confiscación para
incrementar los ingresos fiscales. Éste también llevó a cabo importantes
reformas en las retribuciones al ejército, en la administración, como la
Tetrarquía, división en diócesis, etc; pero las más trascendentes fueron las
que se refieren al sistema monetario, al fiscal y a la publicación del Edicto
máximo de precios y salarios en el 301. Prácticamente no existía el comercio
libre.
Constantino continuó esta transformación ayudado por la
abundancia de oro; acuñó nuevas monedas de oro y plata hacia el 310, pero fue
insuficiente para reactivar el comercio por las malas infraestructuras en los
transportes. Trasladó la capital a Bizancio, a la que dio su nombre Constantinopolis, que pasó a ser el
principal centro de comercio y de comunicaciones del Imperio. Sus seguidores se
enzarzaron en luchas dinásticas y no continuaron su obra.
El último emperador digno de mención fue Teodosio el Grande,
que dividió el Imperio entre sus hijos: a Arcadio le concedió el imperio romano
de Oriente con el título de Imperator
y capital en Constantinopla. A Honorio le otorgó el de Occidente con capital en
Roma.
A lo largo del siglo V un doble proceso –empobrecimiento del
Estado y ruralización de la economía- agravó la situación y en el 476 un jefe
militar germánico, Odoacro, depuso al último emperador Rómulo Augústulo. Fue
sólo un hecho consumado, puesto que el poder militar y político del Imperio de
Occidente había pasado a manos de los jefes de los pueblos germánicos,
asentados en su territorio con pacto o sin él (suevos, vándalos, alanos,
francos, burgundios, alamanes, anglos, sajones…). En el 376 el emperador Valente
había permitido a visigodos y ostrogodos que se instalaran, como pueblo aliado,
al sur del Danubio, para defender las fronteras del Imperio en la península
Balcánica, a cambio de la entrega de tierras y recursos.
En síntesis, además de las migraciones germánicas y de los
problemas económicos derivados de la crisis del siglo III, otros muchos factores
contribuyeron a la decadencia de un Imperio tan extenso: disminución de la
población, acusadas diferencias entre clases sociales, pérdida de las autonomías
municipales, mal reclutamiento del ejército, incapacidad de algunos emperadores
para gobernar tan amplios territorios, grave déficit público, amplia evasión
fiscal, etc. Así, el Imperio Romano de Occidente quedó
desintegrado ante la ocupación de los bárbaros que vivían al otro lado del Rhin
y del Danubio, mientras que el Imperio Romano de Oriente, con el nombre de
Bizancio perdurará hasta 1453 en que el sultán otomano Mehmet II tomó
Constantinopla.
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