LA ECONOMÍA RURAL
EN LA ALTA EDAD MEDIA
LOS PUEBLOS GERMÁNICOS
Las migraciones germánicas precipitaron la decadencia
económica y la ruralización de Europa, dentro de un largo proceso que se había
iniciado en el mismo Imperio Romano con su debilitamiento y posterior caída. En
efecto, los diferentes pueblos bárbaros que estaban viviendo en el limes
romano, habían pactado con el ejército imperial la defensa de su territorio en
muchas ocasiones. A lo largo del siglo V fueron asentándose en las tierras del
Imperio. Sus actividades económicas básicas fueron la caza, la agricultura y la
ganadería; la tierra constituía para ellos la principal fuente de riqueza. Vivían
en pequeños poblados rodeados de bosques y emigraban con facilidad ante las
rivalidades de los pueblos vecinos. Resolvían sus problemas en asambleas
generales y su ley era la costumbre. Acabaron organizando monarquías, primero
lectivas y, luego, hereditarias. A veces crearon códigos de leyes y se rodearon
de un pequeño cuerpo de funcionarios y consejeros escogidos entre los súbditos
romanos más cultos. Pero su fuerza principal estaba en el ejército. Algunos de
sus guerreros más famosos –Estilicón y Aecio- habían prestado servicios en las
legiones romanas e hijos de reyes nórdicos habían aprendido la lengua y
civilización latina en la corte de Roma.
El Mediterráneo se mantuvo como vía de comunicación con el
Imperio Romano de Oriente (Imperio Bizantino) que monopolizaba la industria y
el comercio. Los metales preciosos escaseaban cada vez más. La economía urbana
fue desapareciendo, la población abandonaba las decadentes ciudades para buscar
sustento en el campo.
En el siglo siguiente se produjo un nuevo intento de
centralizar el poder en el nuevo Imperio germánico, en parte, gracias a la
Iglesia.
EL ISLAM
Otra gran civilización, que desde Arabia se expansión por el
mediterráneo hasta Europa en menos de un siglo, fue el Islam. Su creador,
Mahoma, el profeta de Allah, era un caravanero de La Meca donde su familia, los
coraichitas, tenían grandes intereses
económicos.
Muy pronto se extendieron por una amplia zona: Nilo, Indo,
hasta donde llegaron por el Este. A la muerte de Mahoma, en unos veinte años
sus sucesores conquistaron las provincias más ricas del Imperio Bizantino
(Siria, Egipto, Palestina) y del Imperio Persa sasánida, lo que les permitió
contar con recursos, hombres y dinero. En una carrera meteórica alcanzaron por
el Norte de África el Estrecho de Gibraltar y, tras vencer a los visigodos,
atravesaron los Pirineos y fueron detenidos por los francos en Poitiers.
Así dominaron el Mare
Nostrum, que cerraron al tráfico bizantino. Fueron importantes
intermediarios entre Occidente y Extremo Oriente, por un lado, y entre África
(ruta del oro) y la Europa cristiana, por otro.
LA IGLESIA
El cristianismo estaba menos extendido en Occidente que en
Oriente, antes y después de la conversión de Constantino. La caída del Imperio permitió a la Iglesia
reforzar su papel como puente de enlace entre la decadente civilización romana
y los pueblos germanos a través de dos instituciones: el obispado y el
monacato. Los monasterios, construidos
entre los latifundios y las tierras de cultivo de los germanos, se convirtieron
en granjas modelo y centros culturales. Así, dentro de una sociedad cada vez
más ruralizada, la Iglesia empezó a convertirse en su cabeza intelectual y
controlaba lo esencial del sistema de enseñanza.
Por otra parte los bienes de la Iglesia eran ya
considerables desde el Bajo Imperio. Durante la alta Edad media, la Iglesia fue
la única organización capaz de una cierta acumulación, lo que le proporciono
una fuerza considerable en la sociedad y en las relaciones de producción.
EL SISTEMA FEUDAL
La llegada de los francos a las Galias conllevó la
desmembración definitiva del sistema romano: brusca disminución del comercio
interregional, desaparición de la autoridad central y división del país en
dominios. Clodoveo, apoyándose en la Iglesia intentó una reorganización basada
en los principios tribales germánicos y, después de varias guerras, acabó
instaurándose una primera lógica feudal: grandes dominios casi autónomos en
manos de aristócratas agrupándose en confederaciones basadas en la fidelidad y
en vínculos de parentesco artificial. Desde el punto de vista político el
feudalismo significó una descentralización del poder, en gran parte obligada
como solución ante la creciente inseguridad provocada por el derrumbamiento de
la autoridad imperial.
El dominio señorial se dividía en dos componentes: el
dominio, cuya explotación retenía en sus manos el propietario y los mansos, que
se distribuían entre los siervos.
Europa vivía principalmente de la agricultura; esta
actividad dependía fundamentalmente del clima, con su diversidad en las
distintas zonas del continente y su variabilidad interanual. En los grandes dominios se practicaba un
modelo de cultivo extensivo que reposaba en una agricultura semiitinerante
(rotación bienal o de año y vez) con cosechas mediocres. Esta forma de
explotación era la predominante en la Alta Edad Media.
Sin embargo, debido al paulatino incremento demográfico a
principios del siglo XIX, se empezó a generalizar el sistema de rotación
trienal. Las tierras de labor del término se dividían en tres hojas: una de
ellas se sembraba de cereal de primavera (cebada o avena), la segunda de cereal
de invierno (trigo o centeno), la tercera se dejaba en barbecho y el ganado
podía pastar en él, al mismo tiempo que aportaba abono orgánico. También se
difundieron algunos progresos técnicos, como el arado, la sustitución del buey
por el caballo de tiro… aún así, parece que a fines del siglo XIII la población
europea había tocado techo.
Desde el siglo XI, bajo la dirección de los condes de
Flandes, se aceleraron los trabajos encaminados a desecar los pantanos del
litoral y a construir diques para evitar la entrada de agua marina. A lo largo
del siglo XII los nobles germánicos impulsaron la desecación de las tierras
pantanosas situadas al Este del río Elba. La conquista de nuevos espacios para
el cultivo también tuvo lugar en Inglaterra, Norte de Francia y valle del Po,
lo que conllevó importantes modificaciones en la agricultura y en el paisaje
agrario, aunque este proceso estuvo muy mal localizado en las zonas de mayor
prosperidad agrícola de Europa.
Ya no se producía sólo para el autoabastecimiento, sino para
el mercado local o regional. También se extendieron las plantas industriales
(lino, cáñamo, plantas tintóreas…) pero el cultivo de mayor crecimiento fue el
viñedo.
En suma, el sistema feudal que se había desarrollado en la
alta Edad Media decayó en el siglo XIII como institución jurídico política en
aras de la monarquía, vaciándose de contenido, y también, como consecuencia de
un mayor progreso económico y de los cambios sociales derivados de una mayor
seguridad. El nacimiento de esa situación fue producto de dos fenómenos unidos:
el incremento de población al tope máximo que el avance de las técnicas podía
soportar y la rápida fusión de los vínculos de vasallaje. La creación de las
nuevas naciones trajo consigo dificultades serias entre señores feudales y
oligarquías urbanas que controlaban en parte los estados, sin olvidar la
influencia de la Iglesia, centro neurálgico del sistema y de la sociedad
medieval en su conjunto, pues continuaba siendo la única fuerza organizada.
ECONOMÍA MERCANTIL EN LA ALTA EDAD MEDIA
El renacimiento del estado Carolingio favoreció el
desarrollo de la circulación monetaria, aunque no se acuñó moneda de oro.
Organizaron un sistema monetario basado en la libra de plata
que equivalía a veinte sueldos, cada uno de los cuales valía 12 dineros. Este
sistema se impuso en toda Europa por las conquistas de Carlomagno. También los
soberanos anglosajones lo adoptaron en el siglo IX.
Otros lugares de encuentro eran las ferias. Algunas se
insertaban en el ciclo normal de un mercado semanal, aunque un día determinado
del año atraía a mayor número de clientes. Las mercancías eran sobre todo
artículos de lujo, incluso traficaban con esclavos.
También se pueden destacar algunas áreas mercantiles
bastante activas, como las costas del Mar Adriático y Mar Egeo, por un lado, y
las del Mar del Norte y báltico por otro. Durante la primera mitad del siglo IX, algunos
puertos nórdicos habían desarrollado una interesante actividad comercial y se
surcaron los ríos del Noroeste de Europa. Pero a finales de este mismo siglo
este tipo de comercio declinó.
EL CRECIMIENTO
ECONÓMICO BAJOMEDIEVAL
REVOLUCIÓN URBANA
Con el crecimiento demográfico, las ciudades crecieron en
número y tamaño.
E. Ennen afirma que el proceso de urbanización europeo se
adaptó de distinta forma según las zonas:
- Italia, España y sur de Francia, donde las ciudades,
aunque decadentes subsistieron en la alta Edad Media.
- Inglaterra, Norte de Francia, Países Bajos, Renania, sur
de Alemania y Austria, donde habiendo existido ciudades romanas, desapareció
prácticamente toda forma de vida urbana durante la Alta edad Media.
- Norte de Alemania y Escandinavia, donde no hubo influencia
romana ni núcleos urbanos.
La base del fenómeno urbano europeo fue consecuencia de un
considerable éxodo rural. La ciudad significaba un mundo nuevo y dinámico donde
se creía poder romper con los vínculos del pasado y donde se imaginaba nuevas
posibilidades de éxito económico. La
nueva sociedad burguesa nacía y crecía en claro contraste con el mundo
circundante.
Sin embargo, no tardaron en estallar los problemas dentro de
las propias ciudades y sus habitantes advirtieron la necesidad de unión y
cooperación entre ellos. Por este motivo triunfó la organización horizontal, la
cooperación entre iguales, la corporación, la universidad y, por encima de
todos ellos, el municipio.
LA ACTIVIDAD COMERCIAL Y LAS PRINCIPALES RUTAS EUROPEAS
La actividad mercantil también alcanzó una gran expansión
con el aumento de la población urbana, pues se trataba de vender el exceso de
producto para adquirir los bienes que no se podían conseguir localmente. Este
comercio giraba en torno a los mercados y ferias que ya se habían desarrollado
en la etapa anterior, junto a los castillos y monasterios. Los mercados y las ferias cayeron bajo la
protección y reglamentación señorial y pasaron a tener condición legal.
Los mercados solían celebrarse semanalmente y tenían
importancia local, mientras que las
ferias, a veces, sólo se celebraban una vez al año; casi todas ellas duraban
varios días o semanas y atraían a mercaderes lejanos. La mayoría era un foro
para el intercambio de una amplia gama de productos al por mayor, locales y de
otras regiones.
Las ferias tuvieron una gran importancia como centros financieros
donde se cambia dinero, se negociaban préstamos y se saldaban cuentas; también
se utilizaron nuevas técnicas llevadas desde los puertos mediterráneos, como la
práctica de la escritura, de la cifra, de las letras de cambio y de los
contratos de asociación. Estas ferias
decayeron a comienzos del siglo siguiente, debido al uso creciente de los pasos
por los Alpes centrales. También influyó
la comunicación directa por mar entre Italia y el Norte de Europa, tras la
apertura del Estrecho de Gibraltar.
Sobre el marco de la actividad comercial marítima aumentó la
importancia de muchas ciudades y aparecieron mercaderes con grandes fortunas. Algunas ciudades mediterráneas crearon
verdaderos imperios comerciales como Venecia, Génova, Marsella y Barcelona.
Otra gran ruta mercantil se extendió entre el Mar del Norte
y el Mar Báltico. Desde los tiempos de los vikingos hasta el año 1200, los
escandinavos llevaron la iniciativa y mantuvieron el liderazgo en la zona. A
mediados del siglo XII los alemanes entraron en la escena del Báltico y en poco
tiempo adquirieron una gran ventaja.
Las exportaciones hanseáticas consistían en productos
naturales: trigo de Prusia, miel y pieles de Rusia, materiales de construcción,
pescado seco y salado de Schonen. Como flete de regreso levaban lanas de
Inglaterra, sal y vino de Francia, pasando por Brujas donde, además de ls telas
flamencas, encontraban las especias llegadas de Italia. En 1250 Lübeck firmó un
tratado con el país nórdico que sentaba las bases del predominio comercial
alemán en este país escandinavo, cuando anteriormente lo tenía Inglaterra.
El volumen del comercio hanseático podía equipararse al
mediterráneo, sin embargo los capitales que utilizaba eran inferiores.
Mercaderes ingleses, holandeses, italianos y del Sur de Alemania trataban de
intervenir en el lucrativo comercio del Báltico. Los holandeses en particular
lograron desarrollar espectacularmente el comercio por el Báltico llegando a
monopolizar el mercado del arenque posteriormente.
DESARROLLO INDUSTRIAL
Una de las principales actividades urbanas fue la
manufactura textil. En los Países Bajos del Sur se había organizado una
interesante actividad económica con la producción de paños finos de lana. Por
su parte Italia, que importaba productos orientales y exportaba a Oriente paños
flamencos, distribuyó su economía de forma más equilibrada con el comercio y
las finanzas. Durante el siglo XIII los avances de la industria lanera fueron
importantes debido a la innovación del molino de agua y a la aparición de la
rueca de hilar.
Mientras tanto se habían desarrollado el comercio y la
importación de seda y algodón, que habían sido llevados de Oriente a Occidente.
Los musulmanes los introdujeron en la Península Ibérica donde instalaron
importantes fábricas de tejidos de seda en Córdoba y en Granada. También
Barcelona se convirtió en el primer productor de tejidos de algodón. A su vez,
en el Norte de Italia apareció la manufactura de algodón en el siglo XII a
imitación de las islámicas.
Paulatinamente se fueron introduciendo interesantes
progresos tecnológicos en la industria textil y en otros sectores. La minería y
las fraguas constituían uno de los principales componentes del capital fijo,
junto con los molinos, especialmente los de agua. En la segunda mitad del siglo
XIII la fuerza motriz de la energía hidráulica, mediante la adopción de
diferentes mecanismos, se aplicó a muy diversas fabricaciones: hierro, madera,
papel, curtido, batanadura del paño, etc.
También hay que destacar la propagación del molino de viento
para usos variados, la aparición del telar vertical en Flandes y Champaña y las
innovaciones para la navegación entre los siglos XII y XII, que incluyeron: el
perfeccionamiento de la brújula giroscópica, la adopción de la clepsidra (reloj
de agua usado ya por los egipcios), las redacción de portulanos, la preparación
de tablas trigonométricas para navegar, la adopción del timón de popa.
Con las traducciones de tratados griegos y árabes muchas
ciencias, entre ellas la astrología, experimentó una autentica resurrección,
así como la medicina. En el siglo XIII apareció la rueca de hilar, con lo que
aumentó la producción y también el consumo, porque se abarataron los precios de
las telas más comunes. Además, empezaron a utilizar anteojos, etc. A principios
del siglo XIV se obtuvieron los primeros relojes mecánicos; la adopción de la
pólvora fue acompañada de la fabricación de armas de fuego. También tuvo lugar la invención de Esclusas
para canales. En el siglo XV se construyó el barco de vela oceánico, que
combinaba lo mejor de la tradición marinera mediterránea y nórdica; como
consecuencia de estos progresos se consiguió una mayor rapidez en los
transportes una disminución de los
costes relativos. Mientras tanto los portugueses empezaron a usar el cuadrante
para medir la latitud, luego el astrolabio, etc. Todas estas innovaciones
fueron indispensables para los descubrimientos geográficos posteriores. Tampoco
hay que olvidar la imprenta, mediante el uso de caracteres móviles en lugar de
bloques, lo que contribuyó al desarrollo cultural y económico. En definitiva,
todos estos esfuerzos fueron encaminados a sustituir los factores de producción
más escasos y, al mismo tiempo, a aumentar su productividad específica.
La producción manufacturera requería nuevos tipos de
organización. La mayoría de los artesanos y comerciantes se fueron asociando
dentro del reciento amurallado de las ciudades. Los más importantes fueron los
gremios de oficio. Parece que algunos mercaderes empleaban artesanos de
diversas maneras y, a veces, les adelantaban capital para la obtención de las
materias primas: después se quedaban con el producto acabado, pagando un tanto
por trabajo concluido. En otros casos, el mercader poseía el capital fijo, como
sucedía en el caso de los panaderos.
Desde el siglo XI algunos trabajadores artesanos de las
ciudades constituyeron cofradías, en las que se reunían las diferentes
profesiones adoptando como modelo las corporaciones mercantiles y las
asociaciones religiosas, cada uno de ellas se puso bajo la advocación de un
santo patrón. Sus estatutos reglamentaban con toda minuciosidad las
características de los productos fabricados, materiales a emplear, forma de
elaboración, medias, calidades, etc, así como precios de venta.
Casi toda la producción artesanal estaba organizada en torno
a estos gremios, cuyo fin era limitar la competencia y facilitar los acuerdos
entre los miembros de la misma asociación, o sea, funcionaban como un
monopolio.
En suma, el capitalismo mercantil sólo originó el
capitalismo industrial en una escala insignificante. La asociación y el monopolio
eran eficaces en aquellas ramas que satisfacían demandas de masas únicamente. En
el caso de las manufacturas de artículos de lujo, la elasticidad de la demanda
era tal que esos métodos no tenían apenas resonancia.
TÉCNICAS MERCANTILES
Los parámetros de la moneda metálica son el peso y la ley.
El peso lo ordenaban las autoridades y la ley se fijaba en quilates para las
monedas de oro. Desde finales del siglo XII el desorden monetario hizo que se
impusiera una reforma.
Por otra parte, el tráfico marítimo había difundido monedas
de oro árabes y bizantinas, aunque parece que se no usaban como monedas de
pago. En el resto de Europa se acuñaron monedas de oro en el siglo XIV y
sanearon la circulación monetaria, aunque pronto los reyes empezaron a alterar
el valor de la moneda y las devaluaciones fueron frecuentes. De ahí la
insaciable sed de oro de los europeos en el continente africano.
En el mundo de los negocios se desarrollaron notablemente
otras técnicas nuevas, como la letra de cambio, que era un instrumento para
transferir dinero de una plaza a otra y se convirtió en la forma preferida de
la actividad crediticia y especulativa para aumentar la liquidez internacional.
También se usaron cheques, endosos, etc.
El desarrollo de los instrumentos de crédito hacía suponer
que los mercaderes sabían leer y escribir. La actividad mercantil parece ser la
causa de la creación de las primeras escuelas laicas para los hijos de los
burgueses. A su vez los documentos privados se redactaron en lenguas vulgares,
aunque el latín continuaba siendo el idioma internacional. En Italia la
práctica de la escritura se mezclaba con la vida comercial y la teneduría de
libros de los mercaderes. A principios del siglo XIV se había difundido en
Europa la contabilidad por partida doble, aunque el primer tratado de
contabilidad fue publicado por Fray Luca Pacioli.
Casi todas las operaciones bancarias medievales fueron de
préstamos. Aunque gran parte de los prestamistas eran judíos en el siglo XII,
muchos cristianos les hicieron la competencia. Reyes, nobles e instituciones
públicas acudían a ellos cuanto más peligroso era el reembolso, más altos eran
los intereses estipulados. Además se idearon créditos en relación con la
construcción naval del comercio marítimo. De ahí surgió también el seguro cuyas
primas era, a veces, más elevadas de lo que merecían sus propios cargamentos.
LA GRAN DEPRESIÓN MEDIEVAL
El último periodo de este largo milenio estuvo marcado por
una fuerte depresión económica y una importante crisis demográfica. Desde finales del siglo XIII se habían
mostrado claros los signos de estancamiento en todos los sectores: demográfico,
social y económico.
La presión demográfica persistía sobre una economía agotada
e insegura. Los precios se elevaron desmesuradamente. Las manipulaciones
monetarias intentaron paliar de desesperada situación del tesoro real y la
compleja sociedad medieval monetarizada entró en una crisis sistemática. Un
análisis malthusiano sugiere que la expansión demográfica de los siglos
anteriores a la epidemia creó una situación donde el crecimiento de la
población superó los recursos en alimentos dando como resultado unas crisis de
subsistencia más graves, en particular la gran hambruna.
En el sector industrial la situación era más compleja y
contradictoria, pero los artesanos se quejaban del hundimiento de la demanda. A
su vez la deslocalización de las actividades textiles fue otro rasgo de la
crisis.
Por otra parte, la violencia se volvió un fenómeno endémico
alimentado por las frustraciones sociales. La generalización de la guerra. En
suma, guerras y peste, asociadas al hambre fueron consideradas como los tres
azotes de dios, responsables de la mayoría de sus males.
La aparición y rápida propagación de la epidemia en Europa
se facilitó por las numerosas rutas comerciales que habían establecido los
mercaderes entre Europa y Asia Central. Tras afectar a los comerciantes
genoveses del puerto de Caffa llegó casi inmediatamente a Constantinopla y, de
ahí, se extendió por el Mediterráneo. Durante los dos años siguientes se
expandió por el resto de las Islas Británicas, Alemania y Escandinavia.
La peste pulmonar producía una mortalidad mayor y era una
variedad más contagiosa de la misma enfermedad, porque se propagaba al respirar
los bacilos de las personas infectadas. Aunque no se puede precisar con
exactitud el número de personas que perecieron por esta epidemia, se considera
que sucumbió aproximadamente una tercera parte de la población de Europa
Occidental.
Desde mediados del siglo XIV hasta mediados del siglo XV se
propagaron una serie de epidemias, que ya habían causado estragos
anteriormente, pero que se manifestaron con mayor virulencia: sarampión, tifus,
tuberculosis y, sobre todo, la viruela que diezmaba a los niños y jóvenes. Los
efectos inmediatos fueron una brutal caída de la producción, del consumo y de
los intercambios comerciales. En el
orden demográfico permitió el establecimiento de nuevas familias en tierras
disponibles, con mejores salarios, se produjo cierta concentración de las
explotaciones y se abandonaron tierras marginales, que fueron ocupadas de nuevo
por el ganado, con lo que mejoró la dieta proteica y se obtuvieron rendimientos
crecientes en la agricultura, es decir, se revitalizó el sector agrario.
En definitiva, se produjeron dos hechos indiscutibles: el
descenso del precio de los productos agrarios y las distorsiones entre precios
industriales y agrícolas, por un lado, y entre salarios y precios, por otro.
La sombría serie de desastres que desbarató a Europa acabó a
mediados del siglo XV. Francia reconstruyó su economía después de la guerra de
los Cien Años. Las coronas de Castilla y Aragón sentaban las bases del futuro
poderío español, mediante la unión personal de Isabel y Fernando. Portugal
prosiguió sus avances por la costa africana. El sur de Alemania entraba en un
excepcional desarrollo por los descubrimientos de las minas de plata y cobre
del Tirol y de la zona de Sajonia-Bohemia. Los pequeños estados italianos
gozaban de un formidable bienestar cultural y económico. En suma, a lo largo de
los últimos siglos se habían ido asentando las bases del naciente
Renacimiento.
No hay comentarios:
Publicar un comentario