El
hombre apareció sobre la Tierra hace quizá dos millones de años, y durante
aproximadamente sus 1.990.000 años se limitó a manejar toscos utensilios hechos de madera, hueso y
piedra con los que raspaba, cavaba y trituraba.
En el transcurso de los
milenios la lenta evolución biológica acompañó la también lenta evolución
social y tecnológica. Las piedras se trabajaban para conseguir bordes afilados y
lo mismo ocurrió con los extremos de los palos que se convirtieron en lanzas.
Otros materiales como el hueso, el cuerno y el marfil se utilizaron para
fabricar herramientas.
Hacia finales de la última glaciación, los hombres del final del
Paleolítico habían alcanzado un estado relativamente avanzado de desarrollo
tecnológico y probablemente también de desarrollo social. Ya hacía tiempo que
utilizaban el fuego y al menos en Eurasia, América del Norte y Norte de África
eran fundamentalmente cazadores carnívoros.
La unidad de
organización social era la tribu y eran nómadas. Se movían donde la caza se
encontraba. Los quizá primitivos intercambios comerciales eran en forma de
trueque.
Las pinturas
rupestres del norte español y del sudeste francés (aproximadamente datan de
hace 20.000 años) nos dan una idea de su nivel cultural y son un reflejo de las
actividades económicas y conceptos religiosos de sus creadores. Los temas más
frecuentes son animales que cazaban e historias de caza. Dependiendo de los
movimientos de la caza y el acierto o no en conseguirla, los hombres del
Paleolítico estaban sujetos a ciclos recurrentes de hambre y comida abundante,
de forma que, cuando no había comida sólo los más fuertes sobrevivían.
La
retirada de los últimos glaciares continentales (hace unos 10.000 ó 12.000
años) supuso cambios geográficos y climáticos principalmente en Eurasia y
América del Norte, y muchos mamíferos como el mamut y el rinoceronte lanudo se
extinguieron. No sabemos si estos cambios influyeron en los importantes cambios
tecnológicos que tuvieron lugar en el Cercano Oriente y en Oriente Medio, y que
supusieron la Revolución del Neolítico. La piedra pulida y pulimentada sustituyó
a las antiguas láminas y lascas, el hombre se hace sedentario al inventar la
agricultura y la domesticación de los animales. Aunque no se sabe con exactitud
el momento y el lugar en que se produjeron estos logros, se piensa que pudo
empezar hacia el 8.000 a.C. en los valles
del Tigris y Éufrates. Lo que es seguro es que en el 6.000 a.C. la agricultura
sedentaria de trigo y cebada, y el cuidado de cabras, ovejas, cerdos, y
posiblemente vacas, estaba totalmente asentada en esta área y que desde esa zona
se extendió gradualmente a Egipto, la India, China, Europa Occidental y otras
partes. Las herramientas empleadas por los primeros agricultores eran
extremadamente simples. La vida sedentaria de los poblados agrícolas permitió
una mejor división del trabajo y llevó a la construcción de habitáculos hechos
con ladrillos de barro secado al sol. La producción regular de cobre comenzó
entre el 5.000 y el 4.000 a.C. y la de bronce (aleación de cobre y estaño)
posteriormente. La división del trabajo y la evolución de nuevas técnicas como
la metalurgia y la alfarería requerían alguna forma de intercambio o comercio.
La costumbre establecía intercambios de bienes concretos entre comunidades muy
próximas pero para conseguir metales de lugares lejanos se necesitaría alguna
forma de intercambio organizado; no sabemos quiénes fueron los agentes
comerciales, lo que sí sabemos es que tras el surgimiento de las ciudades –
estado y los imperios, se organizaron expediciones comerciales y de saqueo.
Donde
se difundió la agricultura neolítica la población aumentó. La agricultura llegó
al valle del Nilo antes del 4.000 a.C. y al del Indo en el milenio siguiente.
Hacia el 2.500 a.C., había penetrado en el valle de Danubio, el Mediterráneo
occidental, el sur de Rusia y posiblemente China. La unidad básica de
organización económica y social de las primeras comunidades agrícolas fue la
aldea de labradores.
Hacia
el 3.500 a.C. en la región entre los ríos Tigris y Éufrates se asentó la
primera de las grandes civilizaciones que conocemos, la de Sumer y durante
miles de años ejercieron su influencia sobre otras civilizaciones. La base
económica de esta primera civilización era una agricultura altamente productiva
basada en las inundaciones anuales de los ríos Tigris y Éufrates. Nuevamente la
aparición de la civilización supuso mayor complejidad en la división del
trabajo y en el sistema de organización económica. Nacieron nuevas profesiones.
Los sumerios tuvieron que comerciar con otros pueblos ya que sólo disponían de
su rico suelo, lo que ayudó a que se difundiese la cultura sumeria. La piedra
importada compitió con el cobre importado resultando ser éste más económico y
eficaz, y en lo sucesivo, la metalurgia fue uno de los distintivos de la
civilización.
La
mayor contribución de Sumer fue la invención de la escritura por necesidad
económica. Se utilizaban sencillos pictogramas trazados en planchas de arcilla
antes del 3.000 a.C, con las que los sacerdotes anotaban las recaudaciones de
la producción que se obtenían como tributo.
En el año 2.800 a.C. los pictogramas se habían estilizado,
convirtiéndose en el sistema uniforme de escritura, rasgo distintivo de la
civilización mesopotámica. Aunque originariamente la escritura fue la respuesta
a la necesidad de llevar registros administrativos, pronto se le descubrieron
otros usos económicos, religiosos y literarios.
Las
expediciones comerciales en busca de materias primas, especialmente metales,
estimularon las incipientes civilizaciones de las que destacamos Egipto y el
valle del Indo, que al igual que Mesopotamia
eran civilizaciones fluviales. Aunque del primitivo desarrollo de la
civilización del valle del Indo se sabe poco, sí sabemos que Egipto a mediados
del tercer milenio había alcanzado ya una cierta madurez en lo que respecta al
gobierno, el arte, la religión y la economía y que permaneció casi inalterable
hasta el principio de la era cristiana.
Podemos
aventurar cuál fue la base económica, proezas militares, poder político y cómo
era la existencia diaria y el nivel de vida de los hombres y mujeres sacando
conclusiones del estudio de datos indirectos (especialmente arqueológicos). Las
primeras ciudades-templo de Sumer tenían una estructura social claramente
jerárquica. El 90% de la población (campesinos y trabajadores sin cualificar)
vivían como siervos o esclavos y carecían de derechos, ni siquiera el de
propiedad. La tierra pertenecía al templo, y los sacerdotes (los privilegiados)
la administración. Más tarde, a principios del tercer milenio una clase
guerrera mandada por reyes o jefes impuso su autoridad incluso por encima de
los sacerdotes. En ningún lugar de la Antigüedad la propiedad privada
constituyó la base legal de la sociedad o el imperio.
Cuando la
proximidad de las ciudades-estado entre sí aumentó, las disputas por los
límites y los derechos de riego fueron causa de conflicto, y el ansia de poder,
de dominio y de grandeza no tardó en superar a las motivaciones puramente económicas.
Sargón el Grande conquistó todo el mundo civilizado de su época (excepto
Egipto).
Ambiciones similares movieron a otros conquistadores como Ciro de
Persia, Alejandro Magno de Macedonia, Julio César y sus sucesores, los
emperadores romanos, con lo que la base económica de éstos imperios de la
Antigüedad residía en el botín y los impuestos y tributos que los
conquistadores obtenían de los conquistadores y de las masas campesinas.
En
términos de desarrollo tecnológico hubo pocos descubrimientos importantes
aunque sí se mejoraron técnicas para aplicar a la agricultura y aumentar el
rendimiento del suelo.
Los
logros económicos de los imperios de la Antigüedad fueron considerables, ya que
al establecer la ley y el orden en territorios cada vez mayores, se facilitó el
crecimiento del comercio y con ello, la especialización regional y la división
del trabajo. El ejemplo más notable de ello es el Imperio romano.
Los
fenicios fueron el primer pueblo especializado en el comercio y la navegación.
Llegaron al Mediterráneo proviniendo del Golfo Pérsico o del Mar Rojo y
monopolizaron durante mucho tiempo el comercio con Egipto actuando como agentes
de los faraones o de mercadores contratados. Los fenicios se organizaron
políticamente en ciudades-estado autónomas y su actividad comercial les llevó a
desarrollar el alfabeto que sustituyó a los jeroglíficos y a la escritura cuneiforme.
Para fomentar el comercio y aliviar la presión demográfica establecieron colonias
a lo largo de la costa del Norte de África, Mediterráneo Occidental, Sicilia,
Cerdeña, Baleares y costa española. Una de estas colonias en el norte de África
fue Cartago que posteriormente fundaría su propio imperio y lucharía con Roma
por el dominio del Mediterráneo Occidental.
Otro
pueblo que practicó el comercio marítimo a gran escala fue el griego.
A mediados del siglo XVIII a.C. emprendieron
la fundación masiva de colonias en el mar Negro y a lo largo de todo el Mediterráneo.
El movimiento colonizador tuvo una importante función económica, ya que las
nuevas ciudades se situaron en regiones fértiles con lo que abastecían de
cereales y otros productos agrícolas a la ciudad madre, y ésta a su vez
encontraba mercados o centros comerciales para sus productos manufacturados en
las colonias. En ciudades como Atenas se concentraban actividades comerciales y
financieras, facilitadas por una innovación de gran importancia económica: el
dinero en moneda. La moneda simplificó las transacciones comerciales. Probablemente
las primeras monedas fueron acuñadas por algún mercader o banquero emprendedor
de una de las ciudades griegas de la costa, y pronto los gobiernos
monopolizaron su acuñación. Las monedas más antiguas proceden del Asia Menor y
son del siglo VII a.C. Las ciudades griegas se agotaron en guerras entre sí,
pero su conquista por Alejandro Magno difundió la cultura griega por todo el
Cercano y Medio Oriente.
El
apogeo de la civilización clásica en su aspecto económico tuvo lugar durante
los dos primeros siglos de la era cristiana, bajo el dominio de Roma, la cuál
había absorbido la cultura helenística así como sus logros e instituciones
económicas incluso antes de dominar el Mediterráneo. En su origen, los romanos
eran agricultores y respetaban el derecho de propiedad. Aunque en su escala de
valores el comercio no merecía su consideración, el derecho romano se fue
modificando hasta permitir una considerable libertad de empresa, cuidada del
cumplimiento de los contratos y hacía valer el derecho de propiedad.
El carácter urbano del
Imperio romano fue posible por su alta desarrollada red comercial y la
magnífica división del trabajo que la sustentaba. La mayor contribución de Roma
al desarrollo económico fue la pax romana; el largo período de la paz permitió
que el comercio se desarrollase en las condiciones más favorables, siendo el
Mediterráneo la gran vía del tráfico comercial. Las calzadas romanas
facilitaron las comunicaciones y el transporte de mercancía ligera. Ya antes de
la muerte de Marco Aurelio una serie de problemas presagiaban del declive del
imperio y de la economía sobre la que éste se asentaba. Entre ellos se
encontraban las incursiones germánicas desde el norte y la gradual inflación
monetaria. Éste último era muy serio en
el siglo III, ya que los gastos del erario excedían a sus ingresos. Diocleciano
intentó terminar con la inflación a principios del siglo IV, controlando por
decreto precios y salarios y reorganizando los sistemas burocrático y fiscal.
Sus reformas y las de su sucesor Constantino, mantuvieron la estructura
imperial durante algún tiempo, pero no acabaron con los problemas. Las
invasiones y el pillaje de los bárbaros obstaculizaron el comercio, pero la
ineficacia y la corrupción del propio gobierno seguramente causaron más
problemas.
Los
impuestos fueron cada vez más fuertes. Los campesinos abandonaron sus tierras y
según decaía el comercio y menguaba la población por falta de víveres las
grandes haciendas se iban volviendo más autosuficientes dotándose de forjas,
talleres,...y reservándose su producción de alimentos. Sin embargo existe una
razón aún más fundamental de las limitaciones y fracaso final de la economía
clásica que transciende las causas inmediatas del ocaso de Roma: la falta de
creatividad tecnológica. Tiene su lógica ya que la mayor parte del trabajo
productivo lo realizaban esclavos o siervos campesinos que no habrían obtenido
ningún beneficio mejorando la tecnología. Una sociedad basada en la esclavitud
puede producir grandes obras de arte y literatura, pero no un crecimiento
económico continuado.
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